domingo, 25 de enero de 2009

El arte del poder


El Teatro Pradillo de Madrid ofrece "Cartas de amor a Stalin" de Juan Mayorga, sobre la compleja relación entre el arte y el poder, a través de un escritor de teatro sometido a la censura del régimen estalinista.

Angustiado por la imposibilidad de representar sus obras y por el aislamiento y la marginación a que le somete Stalin, el escritor escribe cartas al dictador en las que denuncia la censura, o, en última instancia, reclama libertad para salir del país junto con su esposa, como han hecho otros artistas y en concreto uno de ellos, de carácter más sumiso, que el escritor desprecia.

Tras una llamada telefónica del propio Stalin que se corta justo antes de que puedan concertar una cita cara a cara -hermosa metáfora de la despersonalización del poder-, el escritor entra en una espiral obsesiva compulsiva en la que su único interés, y el objeto central de su obra a partir de entonces, será escribir cartas al dictador. Proceso que vive en paralelo al aniquilamiento progresivo de su vida personal y de su relación de pareja, al tiempo que intima con un fantasmagórico Stalin, en una relación de seducción mutua en la que la libertad y la dignidad del escritor se quiebran bajo las imposiciones del poder y éste se nutre del arte como coartada al servicio de sus propios intereses. Con episodios intermedios de lucidez creativa en los que el artista recupera su inspiración identificando al poder como al diablo contra el que luchar mientras éste, celoso, utiliza la violencia para arrebatarle la obra y ocultarla a los ojos del público.

Y si la obra acierta al plantear un triángulo dramático formado por el escritor (el arte), el dictador (el poder) y la mujer (la vida), Mayorga no oculta su pesimismo, al descompensar la balanza en el final de la obra, con un artista aniquilado por la locura, la mujer huyendo en busca del artista sumiso y un Stalin delirante recitando poesía propagandística. Quizás una metáfora de la sociedad actual.

sábado, 24 de enero de 2009

12 de Octubre, Fiesta Nacional de la Penetración


La Galería Helga de Alvear de Madrid muestra la obra reciente de Santiago Sierra "Los penetrados", un vídeo de unos 45 minutos de duración con todas las combinaciones posibles de penetración anal entre hombres y mujeres, blancos y negros. Así, se van sucediendo ocho actos inconexos, de unos cinco minutos de duración cada uno, en los que, sin hilo argumental aparente, 10 hombres blancos penetran a 10 mujeres blancas, 9 hombres blancos a 9 hombres blancos, 3 hombres blancos a 3 mujeres negras, 7 hombres blancos a 7 hombres negros, 3 hombres negros a 3 mujeres negras, 5 hombres negros a 5 hombres negros, 8 hombres negros a 8 mujeres blancas, y 10 hombres negros a 10 hombres blancos.


Como en muchas obras de Sierra, se define una estructura muy reducida en la que, sin embargo, no se descuida ningún detalle: la acción tiene lugar el 12 de octubre, Día Nacional de España y antiguo Día de la Raza; se parte de 10 personas de cada sexo y raza, número que finalmente no se alcanza en algunos casos dadas las limitaciones inherentes del contexto social de Barcelona; las parejas adoptan la postura del perro, sobre mantas de supervivencia contrapeadas, formando un ángulo de 45 grados con dos paredes de espejo que multiplican las imágenes en un aparente orden circular en el que no predomina un sentido de avance; el vídeo carece de sonido y se rueda en blanco y negro, con los rostros pixelados, etc.


Se consigue de esta manera eludir cualquier referencia al contexto sociocultural de los participantes -aparte de su raza y sexo-, así como a aspectos habitualmente asociados al sexo tales como el sentimiento, el placer, la ternura o la sensibilidad.

Pero esta reducción de los elementos en juego no nos impide encontrar la obra llena de sentido, aceptando la sugerencia del autor, refiriéndose a toda su obra, de que seamos los propios espectadores los que lo hagamos.


Y no encontramos otra cosa que significados políticos, sociales, económicos -justamente en esta obra en que todo se reduce a cuerpos desnudos de dos tonos diferentes-, en una cruda metáfora de la sociedad actual. Individuos inmersos en un tiempo "liso" en el sentido de Deleuze y Guattari, exhaustos de actividad ininterrumpida, mecánica y sin finalidad. Entornos de segregación sexual y racial, en los que rige la competitividad deshumanizada y la falta de comunicación, y donde ésta se convierte en el reflejo deformado de la realidad que son los media.


En definitiva, el mundo del trabajo, de la productividad, de la sumisión al poder; del "dar o dejarse dar por culo", como tan certeramente expresan muchos idiomas.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Sibilina concepción

El Teatro de la Abadía de Madrid ofrece esta Navidad una recreación de un drama litúrgico medieval basado en el anónimo Auto de los Reyes Magos -el primer texto dramático en castellano antiguo- articulado con otros textos afines de Gonzalo de Berceo y Aly Aben Ragel, varias piezas musicales del mismo periodo -un Auto de Herodes, una Cantiga de Alfonso X, fragmentos del Codex Calixtinus-, así como instrumentos, danzas, coreografía, títeres y vestuario ad hoc. Todo ello dirigido y dramatizado por Ana Zamora, al frente de la compañía segoviana Nao d'amores, con la colaboración en la dirección musical de Alicia Lázaro, con una gran libertad creativa, sensibilidad y cariño, no exentas de rigor, coherencia y un profundo conocimiento de este periodo de nuestro arte dramático, tan poco habitual en la programación madrileña. Libertad creativa que no impide transmitir al público el carácter y el espíritu que estas representaciones debían de tener y dotar al espectáculo de encanto, magia y complicidad con el público, con un graderío construido para la ocasión, bajo la cúpula de esta antigua Abadía, con botafumeiro, campanilla e incienso incluidos.

Destaca en el montaje la utilización de elaborados títeres que recuperan la simbología animal asociada a los Reyes y nos recuerda la importancia que tuvo la tradición oral en la transmisión de estas piezas y entronca con un patrimonio milenario y universal en forma de imágenes simbólicas del que el Tarot sería un ejemplo paradigmático y con el que guardan mucha relación algunas partes de la función.

Con la frescura señalada, se integran el originalmente profano Canto de la Sibila, con la historia de los Tres Reyes Magos y el reinado de Herodes. La encantadora y sobria danza de la Sibila y sus salmos latinos, nos recuerdan su origen grecorromano: mujer sabia, en trance, poseída por las fuerzas de la naturaleza, con poder para dominar a las bestias y profetizar la llegada de un nuevo ciclo a partir de la lectura de los astros. Un mismo espíritu maternal y virgen que engendra el fruto cósmico de esta renovación, el Cordero, que termina rodeado de la mandorla vaginal y los cuatro elementos simbólicos: el buey, el león, el águila y el ángel, y que remiten de nuevo al Arcano XXI del Tarot.

sábado, 20 de diciembre de 2008

La profundidad de los muros

En la reducida pero intensa exposición "Jean Dubuffet o el idioma de los muros" que presenta el Círculo de Bellas Artes de Madrid, se puede rastrear, a través de un tema a priori tan banal como el muro, el interés característico del artista por las transiciones entre cultura y naturaleza, razón e intuición, realidad y abstracción.

El muro, elemento básico de la cultura material de la ciudad, acaba reflejando el paso del tiempo y transformándose bajo el efecto de la naturaleza.
De trazado racional delimitador de la propiedad a soporte en el que dejan su huella los deseos e instintos humanos; sustrato en el que se impregnan los olores de la marginación y la suciedad de la abyección. De elemento real a abstracción, el paramento invita a trabajar la frontalidad eludiendo la perspectiva, la escala, la distinción entre figura y fondo, y la acción de la gravedad.

Observando estas transiciones, el ojo registra las estructuras y ritmos naturales en las series de litografías Etendues. Parois, Théatre du sol, Champs de silence y Tables rases, que sugieren esta actitud. Después, con este ejercicio interiorizado, la acción es ingenua, intuitiva, espontanea, mecánica, "automática", violenta... Araña, rasga, desgarra, marca la piedra litográfica; como un niño, un salvaje o un loco.

Dubuffet nos sugiere lo que nos contarían los muros cuando eramos salvajes; lo que recordamos de ellos de cuando eramos niños; lo que nos contarán cuando seamos locos.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La renuncia como denuncia

"La soledad del corredor de fondo" (The loneliness of the long distance runner, 1962) dirigida por Tony Richardson, basada en la obra homónima de Allan Sillitoe, se proyecta en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes de Madrid, formando parte del ciclo dedicado al Free Cinema inglés.

La historia de una hermosa rebeldía protagonizada por un individuo incorregible que no está dispuesto a aceptar los valores que le impone el poder. Una bella lección sobre cómo el sentido de la vida, si es que existe, se encuentra en uno mismo; y este sentido puede conducir a los mismos resultados que se obtienen por la vía de "el fin justifica los medios", y que, precisamente por esta coincidencia, sólo aparente, la renuncia a obtener estos resultados y disfrutar de sus privilegios puede ser la mejor denuncia de las injusticias y las perversiones del sistema, hablándole al poder en el único lenguaje que éste puede entender.

sábado, 13 de diciembre de 2008

"Redimiendo los reproches del destino"

Esta frase de Alberto García-Alix podría definir toda su obra, que ahora muestra en una amplia retrospectiva el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid con el título de "De donde no se vuelve".

En su fotografía pasado y futuro se funden en un continuum del que el presente -la imagen fotografiada- sería una revelación. Con aparente naturalidad García-Alix caracteriza cuidadosamente sus modelos, a través de sus entornos cotidianos, sus ropas, objetos, posturas, aficiones, vicios... En una quietud que alienta la tensión entre pasado y futuro; la posibilidad de la redención del destino a través del arte: "El alma de la fotografía es el encuentro. El retrato es un enfrentamiento. Modelo y fotógrafo sostienen siempre un singular pulso donde el modelo presiona de tal manera que pide violentamente un acto de comprensión. O quizás quien pide tal acto soy yo mismo... (...) Un desafío: la presión de lo indecible que quiere ser dicho."

Gracias Alberto por tu falta de inocencia y honestidad, por tu malicia, por tu avaricia; que se convierten en inocencia, honestidad, bondad y generosidad en tu obra. Por matar a tus modelos para entregarnos vivas sus presencias.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

"Ser natural es la más difícil de las poses"


Esta frase de Oscar Wilde bien podría aplicarse al monólogo titulado "Alas furtivas" que Ángel Pavlovsky escribe, monta, dirige, produce e interpreta en la Sala Pequeña del Teatro Español de Madrid. Y por si fuera poco él mismo es el personaje, si es que éste existe fuera del profesional.

El espectáculo comienza con el Pavlovsky director, recibiendo y saludando al público al pié de la grada, que ni siquiera te deja sentarte tranquilamente y doblar el abrigo, apagar el móvil y echar un vistazo al público de al lado. Incluso anima al respetable a hacer preguntas, como si fuese una conferencia, vaya, dando a entender que éste es el momento y que después, aunque también se pueda, ya será el Pavlovsky actor. Así es que cuando por fin ha llegado todo el mundo, el director anuncia que se retira un par de minutos y que el espectáculo va a comenzar... y deja tiempo al público para que termine de colocarse, comente lo difícil que ha sido encontrar aparcamiento y lo bien que te queda el corte de pelo. ¡Ah...! y el móvil. En realidad el espectáculo ya había empezado y de esta forma Pavlovsky "mete" al público en la sala, con sus preocupaciones y todo: más energía para el espectáculo.
Con Pavlovsky todo es lo que parece, sus mentiras son de verdad y "los sueños son".

Confirma el Pavlovsky productor que ésta es la obra que más le ha costado "encarar" y que en ella se propone no mentir. Y hay que reconocerle que no miente ni un segundo. Aunque tampoco tiene ninguna verdad que contar. Que domina a la perfección los recursos formales, en todo momento justificados; que su exuberancia y su histrionismo nunca son sobreactuados; que interpreta con tanta precisión su personaje, que necesita recurrir a despistes o digresiones a los técnicos o al público, para aportar un poco de la falta de naturalidad y que su personaje sea más creíble.


Pero lo mejor es su forzada inseguridad; la de un veterano que añora la emoción de los principiantes, consciente de que su virtuosismo no transmite emoción; que Ángel no puede contarle nada a Pavlovsky que éste ya no sepa.

Y si cuando empezaba el espectáculo, éste ya había empezado, cuando éste acaba todavía no ha acabado. Y entonces es cuando yo debería haber bajado al escenario a darte un abrazo, Ángel, por toda una vida dedicada al teatro y a saber tan bien reflejar la emoción de tu público. ¡Mucha mierda en la vida!